miércoles, 7 de mayo de 2008

No sé como ni sé por qué, pero de repente el aire se nos vuelve irrespirable, la cocina en la que antes nadábamos ahora nos queda apretada. Ni ella se contiene ni yo me callo. Al día siguiente lo mismo, no ubico el momento exacto en el que todo se vuelve difuso entre nosotras y los límites se corren y las distancias son océanos. Ella del lado del Atlántico yo del lado del Pacífico, en el medio el mar que nos separa. Le mando la peor tormenta, la inundo de palabras y me voy victoriosa y atormentada yo también.
Vuelvo, como las olas, después de dar clases y antes del otro trabajo. Hay gente. La llamo aparte. "Disculpas", le digo, "bueno, está bien", me dice y cada una sigue en lo suyo, ¿recibirá esta vez mis mensajes si tiro una botellita al mar, o se lo quedarán las olas como trofeo ante posibles represarias?
A veces me parece que vale la pena intentarlo, a veces me parece que vale la pena el silencio.

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