domingo, 29 de mayo de 2011
Fabián Casas.
viernes, 20 de mayo de 2011
Espectáculos
Estoy pensando sumarios para una publicación que me encanta. Y siento que si no logro hacerle una entrevista al que descubrió la pólvora, no alcanza. Así que llevo varias listas de temas tachados como los días en el calendario de un preso.
Por eso, creo, soñé lo que soñé.
La siguiente imagen en el sueño es la hoja de un diario en primer plano. Se alcanza a leer: "Protagonistas: Nicolás Cabré". El título de la nota dice: "Más simpático que en la ficción". En la foto se nos puede ver a los dos. Él, de frente, sentado en la sala de espera del registro civil y a mí, sentada, de espaldas a la cámara, el pelo crespo, la remera verde, con el brazo extendido y la mano sosteniendo un grabador.
domingo, 8 de mayo de 2011
Los rollers.
Sobre la mesa del comedor de casa, los patines más lindos del mundo. Brillantes de purpurina, resplandecientes de nuevos y de color violeta, mi preferido. En mi cabeza empiezan a multiplicarse las escenas. En la plaza con amigas, en el recreo del colegio, en la casa de mi tía que tiene fondo y en el parque Saavedra. Desplazándome a toda velocidad en cada una de las imágenes. Pero no. Los patines son de regalo para mi hermana, se los trajo su madrina de Estados Unidos. - A vos no te compré porque tu mamá me dijo que no te gustaban, yo no sabía que vos también querías- dice mi tía, ante mi escandalosa escena de celos.
Mi hermana reclama una y otra vez que le enseñara a usarlos. Mi madre me pide, me suplica, que la acompañe a la vereda para que pueda estrenarlos. Yo acumulo un enojo y una bronca que crece desmesuradamente con el correr de los días.
Un día, finalmente, las dos yendo a la plaza. Mi hermana en el camino hablándome de cualquier cosa, contenta y excitada por la novedad. Yo, la furia contenida, pensando que no los merecía, que en un par de semanas terminarían sepultados en el placard. A mitad de camino, mientras ella sigue hablando sola, creyendo que mantiene una conversación, freno el paso: - ¿No querés andar por acá?-, le digo mientras señalo la barranca, una bajada profunda de una cuadra con una pendiente pronunciada que marea de solo mirarla fijo. Mi hermana que duda un poco. No la dejo pensarlo. La empujo. Veo, en ese instante antes de que gire la cabeza con vista al precipicio, el miedo en sus ojos y su cuerpo que se va alejando a la velocidad de la luz. Corro lo más rápido que puedo pero no la alcanzo. Le grito que trate de frenar, que se agarre de algo, que ya llego. La cuadra parece infinita y en esa eternidad me la imagino, desarmada en el piso, bañada en sangre.
Aterriza con las manos sobre capot de un auto. Quiero agarrarla, ayudarla, pero no puedo. Está petrificada, rígida, sin reacción. La alzo y la siento en el auto para sacarle los patines y se desmorona sobre mí.
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