domingo, 28 de septiembre de 2008

Actriz de lujo.


En la foto mi hermana y yo. Ella, divina, pura sonrisa. Yo también, por dentro, frío, el corazón en pedacitos. Me acordé de eso ayer cuando vi la remera en casa de mi amiga. Era verde y tenía un dibujito de una nena con un corazón roto que increpaba al nene junto a ella "devolvémelo como te lo di".

Ya no pido más eso, pensé muchas veces en mandar la estampa de esa remera a quien corresponda y dejarlo con un nudo en la garganta o incluso comprármela en varios colores y salir a pasear, mi desdicha y yo, tarde, ya no pienso más en eso.

Ahora cada vez que me expongo sólo pretendo un: "devolvémelo en condiciones, tengo que seguir y tengo uno solo"

Vuelvo a la foto, sigo sonriendo, el azul de la musculosa, el bronceado y el pelo recogido ayudan. Tengo un poco fina la línea final de la ceja derecha. Por lo demás se parece bastante al retrato perfecto, puro calor y color.



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viernes, 26 de septiembre de 2008

txt

"si no sos de izquierda a los 20 es porque no tenés corazón, si no sos de derecha a los 60, es porque no tenés cabeza", Lula dixit.
A esto te referías?, porque falta para los 60, sí, me enteré que estás virando del conservadurismo al centro supongo y de ahí en más el largo e inexorable camino hacia la derecha. Igual lo tuyo es otra cosa y creéme que no tiene nada que ver con la política.
Igual me acordé de dos cosas:
1- la tapa de Noticias
"se vino el zurdaje"
2- y la de Barcelona
"se vino el abzurdaje"
fijate cual es la de tu talle.
Yo
la ropa
me la hago
a medida
sabés?

domingo, 21 de septiembre de 2008

Feliz primavera!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

No es una expresión de deseo, es una cruzada pro-optimismo. Porque todas las cosas malas caen mejor, cervecita de por medio, en una mesita al aire libre de cualquier bar amigo.
Y eso sólo se puede después de la primavera.
Salud!
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sábado, 20 de septiembre de 2008

Amor de primavera.

De todas las cosas que disfrutamos cuando estamos juntos, nuestra preferida, aparte de tomar la leche con los Simpsons, es bailar y ésta es nuestra canción favorita.
Mi príncipe ordena y yo obedezco, porque el amor es así.
Los dejo, me voy a darle al play de vuelta.
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jueves, 18 de septiembre de 2008

RA.

En realidad tengo todo por fragmentos, como una película mal editada. Primero la llamada de mi hermana, su preocupación, su agustia, "papá no esta bien, hablá con él, a vos te va hacer caso". Yo, que llamo y cumplo, con él, con mi deber de hija y con la angustia de mi hermana. Él que no me tranquiliza, ni me importa. Las horas que pasan y ni noticias. Yo, que me decido y en medio de la odisea el cambio de planes. "Ra, me trasladaron al Colegiales, te veo allá". Después no sé muy bien como sigue todo porque tengo puesta una campera de nike y un jogging y pienso que estoy demasiado mal vestida para ver a toda la parentela de él. Mis amigas compraron caramelos y Sprite zero, "¿Querés?". "No, no quiero". No quiero nada. Pasan dos horas, de eso sí me acuerdo porque pienso "que no se muera, por favor, que no le pase nada". No es que lo vaya a extrañar o que lo necesite, es que hay cosas que uno no se hace a la idea hasta que suceden y cuando suceden el tiempo se detiene y es como si por una hendija entrara todo el pasado de golpe. Las noches que me quedé se mezclan con las noches en las que velé por sueño ajeno, por padecimiento de otros. Pasaron casi ocho años y todavía no me acostumbro a naturalizar del todo al dolor. Me acuerdo de las noches que pasé en otas habitaciones igual a ésta, de las sillas tan o más incómodas que ésta, a veces tenía suerte y encontraba vacía la cama contigua o un sillón, pero la mayoría del tiempo era rogar para que pasaran las horas, los días y las semanas hasta llegar al alta. No reconocer por la ventana si es de día o de noche, si hace frío o calor. Leer los apuntes de la facultad, un libro o un texto de alguna revista que me compré como premio consuelo a mi desgracia con suerte, tener trabajo. Prometerme hasta el hartazgo que esto no es eterno, que es un momento, que es lo que necesito para avanzar.
No comer, no dormir y sonreir cada vez que vos abrís los ojos porque es un milagro y porque me alegra y me alivia saber que estoy ahí, que no me fui, ni con el dolor, ni con la bronca, ni con todas esas cosas que me provocaste tantas veces, en otras noches más oscuras que ésta. Y eso que estamos así los dos, mitad despiertos, mitad dormidos y con la luz apagada.

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martes, 9 de septiembre de 2008

Sobran motivos para ir a verla.

Mi primer vocación fue la pintura. Amor a primer trazo, no digo que era buena, digo que me esforzaba, estaba perdidamente enamorada de de Van Ghoh, de su arte y del empeño que le había puesto a su obra aún sin el calor de la contención familiar y sin el amor de alguna musa. Eso pensaba: "a este chiquito le hace falta una musa, triste destino el nuestro, puro desencuentro."
No es precisamente el caso de Teo y Clara los protagonistas de esta película. Si hay algo que sobra es encuentro. Mucci logra retratar sin fisuras y con deliciosa puntillez a cada uno de los personajes. Verdadero hallazgo narrativo porque el amor, a veces, además de cursi suele ser trillado. La película no cae en ningún momento y es de un deleite sublime por la exquisita forma en la que está contada. Excelente vestuario y fotografía. Ayuda, y esto hay que decirlo, las locaciones en las que fue filmada, el tango y por sobre todas las cosas la cara de Celeste Cid, en esos primerísimos primeros planos que más de una no resistiría y que recuerdan por momentos, a esa mezcla de picardía y ternura del famoso personaje de la película francesa "Amelie".
Se me ocurre empezar a contar la historia a desovillar la trama, pero no, todavía están a tiempo de levantarse de la silla y meterse en el primer cine que encuentren.
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lunes, 8 de septiembre de 2008

Último acto, escena final.


“¿Vos me estás hablando en serio a mí? ¿Qué querés que traiga de allá, un pedazo de la torre Eiffel, el campanario de Notre Dame, la torre de Pisa, la paella que me comí en Valencia?, esos son regalos que valen la pena, ¿entendés la diferencia? el resto es baratija para los turistas que se tiran de palomita en esas chucherias, a mí dejame, ese berretín que tiene la gente de acapararlo todo, de comprarlo todo y volver contando las monedas para tomarse el colectivo y volver a trabajar de 8 a 18 en una oficina del micro-centro, ah, eso sí, ellos seguro que te traían el llaverito de Paris o la postal de Roma”

No trajo regalos para nadie, ni siquiera un souvenir, se fue casi con lo puesto y no volvió con mucho más. Eso en el fondo lo amargaba, saber que se liquidó las últimas regalías de los derechos de autor y la paga completa por la dirección de varias de sus obras todavía en cartel, en un viaje inútil.

Está de vuelta después de un mes y medio. A sus íntimos les dirá que anduvo “de paseo por las Europas”, le gusta como suena en plural, le da como cierto aire de alcurnia. Les contará que fue a ver la temporada de Londres y que de paso, lo habitual: Italia, España y Francia, nada del otro mundo, exagerará cuando relate sus anécdotas, la gente que vio, los amigos que visitó, los personajes que lo reconocieron a él y no él a ellos. Ya se regocija al imaginarse la cara de sus amigos, mezcla de asombro y envidia. No ve las horas de convocarlos, inventa relatos elocuentes y maravillosas casualidades, piensa los remates y por momentos se siente pleno. Cree profundamente en cada una de sus palabras, tanto que a veces le cuesta darse cuenta cual es el hecho real y cual el pequeño agregado que él hace a fin de que el relato sea más verosímil.

Se la pasó encerrado buena parte de su estadía, la medicación para el cáncer no le alcanzó para el mes y medio y las últimas semanas las pasó en cama muerto de dolor y de miedo. Se alegra un poco de su suerte, de haberse sentido bien todo el tiempo tampoco la hubiera pasado mejor, habría sentido hambre y eso lo hubiera deprimido, no es muy alentador estar en Europa y no poder hacer y deshacer a su antojo.
De noche, a veces, tiene escalofríos. Le teme a la muerte, no a esa que viene con el fin de los días cuando ya no hay más nada, sino a la otra, esa que lo despierta cada mañana y le recuerda que por desgracia esta vivo, viejo, solo y sin un centavo.

Se lo mandó por correo su representante, una mañana en la que él estaba muy ocupado escuchando ópera. Lo recibió Yoly, la señora que trabaja en su casa desde hace más de veinte años. Ella es de su plena confianza: callada, eficiente, servicial y además, fundamental para él, Yoly sabe que hay momentos en los que el señor no puede ser interrumpido.
Él aceptó el libro por cortesía y porque es conciente de que necesita hacer el esfuerzo, por si mismo y por su bolsillo. Todo lo que llega a sus manos, desde hace años le parece una porquería, ilegible, obvio, sin vuelo y falto de toda metáfora y ésta no es la excepción. Tardó una semana en abrir el paquete, era un manojo de papeles sin siquiera abrochar, detesta la desprolijidad y el desparpajo con el que se manejan los autores jóvenes, le parece de una irreverencia imperdonable. Leyó el título: “Visitas después de hora”, se acordó de otro texto con el mismo nombre, le dio desconfianza. Llamó a su representante de inmediato, lo mejor era sacarse ese asunto de encima lo antes posible y evitar falsas expectativas, le dijo que no, que mejor no, que se disculpara por él. Su representante hizo silencio, tragó saliva y él adivinando las palabras que oiría detrás del tubo se adelantó: “estate tranquilo ya va aparecer lo que estoy buscando, además no me queda mucho, tiene que ser algo bueno de verdad, vos me entendes”. Del otro lado sólo se oyó silencio y lo que parecía el fin del diálogo se transformó en una última frase: “si estas buscando algo tan bueno, es mejor que sigas vos solo en eso, hasta acá llegue yo, pensé que entenderías razones, te estas cagando de hambre y tus argumentos son tan necios como cuando comías de forma opulenta. En fin, vos sabrás mejor que yo, por mi parte no voy a insistirte que estés bien y suerte con tu búsqueda. Cortó el teléfono sin responder, enojado acomodó como pudo su cuerpo, “el saco de huesos” como solía decir en broma y se recostó en el sofá. Las cosas solían verse de otra manera después de una siesta.

Antes de aceptar definitivamente y para darse ánimo, decidió leer de vuelta la primer hoja, esta vez en voz alta.
Refunfuñó un poco y luego carraspeó: "esto es una porquería, increíble que se digan escritores o lo que es peor dramaturgos, quien velará por el público dios mío." Se sentó y pensó que siendo honesto en esta lectura el texto le parecía un poco menos desastrosa, sólo un poco menos que la vez anterior cuando la leyó solo y cansado en su cuarto. La historia era floja, pero bien actuada a lo mejor sería convincente, “tantos bodrios empiezan mejor que esta obra y después se quedan ahí”. Si bien no podría cambiar el final al menos podría darle un giro imprevisto, torcer el texto, sacarlo del lugar común, porque como él solía decir: “no hay buenas historias, ni mejores actores, sólo hay buenos directores”. Así que después de meses de mal humor decidió recuperar además de la cordura, la sonrisa. Se puso su mejor bata, la bordó arrasada, desempolvó su escritorio de papeles inútiles, se abrió la última botella de champagne francés que escondía detrás del placard y que guardaba para momentos como éste, tomó el manojo de hojas sin abrochar, las abrazó como quien acuna a un niño en su regazo, les dedicó su mejor sonrisa, las besó suavemente, las acomodó con ternura y se puso a trabajar.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Ay Lucrecia!


Te queremos,
te respetamos,
te admiramos,
te veneramos,
pero...
... "La mujer sin cabeza", es una película que cuenta una historia que no conocemos. "Viste las muñecas rusas que dentro de las cajitas vas encontrando más y más muñecas, o la imagen del ovillo que tirás de la punta y sale la madeja, bueno, así pasa con la película Lucrecia. Y ojo que eso no esta ni bien ni mal, es sólo que este tipo de cine-arte-de culto aleja al espectador medio". Pero volvamos a la película. El personaje de María Onetto, "Vero", una señora bien, profesional, dentista para ser más precisos, casada, con hijas grandes que se fueron a estudiar a la capital. Su matrimonio y la familia conservan a ultranza las apariencias. Hay un vínculo sumamente endogámico que roza lo perverso, este es un sello de Martel, lo mismo pasaba con la relación: madre-hijos en "La ciénaga" y con la relación hermanos-primos en "La niña santa". Aparece casi como a contraluz del relato, lo cual lo vuelve más oscuro, más confuso para la historia.
Hay dos "Vero" y en eso se destaca la labor de Onetto. Si bien es un personaje que no permite muchos matices porque esta como sedada todo el tiempo mientras las cosas pasan a su alrededor, hay dos mujeres. La primera es la que viene manejando por la ruta, se distrae y atropella algo que no se sabe bien que es y oculta la verdad hasta que se quiebra y se lo confiesa a su marido. La segunda que asiste frágil, inmutable, al despliegue en el que su familia la envuelve para encubrir todo. Repito, "La mujer sin cabeza" es un historia que sólo conocen sus protagonistas, que todo el tiempo es velada al espectador. El film funciona dejando entrever algo de esto que pasó, algo de eso que todos los demás saben y nadie le cuenta al espectador. No es la mejor película de Lucrecia Martel, si es la película más estructurada narrativamente y más organizada secuencialmente. Sigue sin superar a "La niña santa", quizás sea por la calidad de los actores o lo vertiginoso de la historia, o porque me gustan las películas en las que el espectador siente la tensión, la sensación de que todo esta a punto de explotar en cualquier momento, no es el caso de: "La mujer sin cabeza". Pero estimo que hay espectadores para todo y que de tanto en tanto es interesante un paseo que no tiene vista atrás ni porvenir, sólo horizonte.