Era verano y volvíamos del mar. Mi hermana había juntado dos baldes de caracoles e insistía ferozmente en llevarlos al departamento que alquilábamos junto con mis tíos en Mar del Plata. Mamá le dijo que, "de ninguna manera" y ella se puso a llorar con tal vehemencia que terminamos en el hospital: mi mamá, yo y el bronco espasmos de mi hermana. La cola era inmensa, se ve que a esa edad a todos se les da por llorar así cuando las madres no dejan hacer algo porque la mayoría eran nenas chicas.
Me fui al rato, le dije que me buscaran en la entrada. Di tres vueltas y nada, todos sentados, todos callados. A la vuelta número 4 me encontré con un chico que estaba ocupando mi lugar en la escalera de entrada, "ey, yo estaba sentada ahí" le dije. Se levantó, me dejó la escalera y se fue. Lo seguí. Me aturde el silencio. Che si querés te podés sentar. Siguió caminando como si nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario