lunes, 5 de mayo de 2008

Las dorins. (fragmento)

Estoy en el mismo quiosco, las veo, las reconozco, lo agarro de la manga y se las señalo, estoy acompañada porque no puedo viajar sola, es más, es la primera vez que voy al centro sin mamá, lo acompañó a él, a tribunales porque todavía no empezó la feria y yo estoy de vacaciones hace rato. Hoy caminamos un montón, él camina rápido, anduvimos tanto que ya ni me acuerdo. Viajé en subte por primera vez. Lo tomamos recién para llegar acá, hacer combinación con el tren y volver a casa, pero antes pasamos por el quiosco porque yo hace rato que le vengo pidiendo algo para comer. Insiste en que ya llegamos y que mamá nos espera con la comida, que si como algo ahora después no voy a querer comer la comida. Me enojo, él cede, paramos en el quiosco, ése que estoy ahora, ése en el que lo miro desde abajo. Tiene el pelo castaño, ondulado, apenas peinado con gomina “lord cheseline”, la guarda en el botiquín del baño y se pone un poquito en la mano, se la desparrama entre la yema de los dedos de ambas manos y se la aplica como dando golpecitos suaves a la altura de la sien y a los costados. Se mira en el espejo de perfil, de costado, sonríe, hace muecas, es buen mozo, él lo dice y se ríe, “que pinta que tenés” dice en voz alta, se ríe y me mira, me guiña un ojo. De acá abajo se ve el nudo de la corbata, esta re bien hecho, bien apretadito, hoy a la mañana me preguntó qué corbata, me mostró el traje y me dijo: ¿cuál de éstas?, me elige tres o cuatro y yo me decido por una, siempre respeta mi decisión, a veces le hago burla y elijo la peor, la que no combina con nada, se da cuenta. “Pero, ¿ésta te parece?, ¿seguro?”, dice en tono grave para ver si dudo, “sí, esa” le digo. Se la pone. Igual eso no pasa siempre, la verdad es que la mayoría de las veces estoy de buen humor y elijo una que le quede bien, que le resalte los ojos celestes. La camisa esta impecable, mamá las plancha con apresto, el apresto es un spray que no sé que tendrá pero que le deja un olor rico y ninguna arruga, a veces mamá deja las camisas sobre la tabla de planchar y yo las junto y las pongo en su cajón. En el camino las huelo, es un olor raro, pero raro de lindo, mezcla de limpio y perfumado por el jabón de lavar y el apresto. ÉL a pesar de lo desordenado es muy prolijo con sus cosas, igual la excepción es el portafolios, siempre desordenado y lleno de papeles que huelen a banco, una vez se lo dije: “los papeles que tenes tienen olor a banco y a viejo”. Mucho caso no me hizo, lejos de tirarlos los tiene ahí, lo único lindo es que están escritos a máquina, me encanta el dibujito de las letras escritas a máquina, algunas hojas tienen sellos y otras la firma de él. Yo le reviso todo cuando él no se da cuenta. Él se enoja porque una vez le dibujé unas cosas en unas hojas, me retó mucho y me dijo que era algo que tenia que presentar, que era importante, que eso no era para dibujar. Ahora tengo más cuidado, entonces cuando abro el portafolios trato de ver como esta todo, para volver a dejarlo asi después de revisarlo. Cada tanto me pregunta si yo anduve hurgando en sus cosas, yo digo siempre que no y miro para arriba porque sino me rio, se me nota todo, con él siempre se me nota todo, por eso evito mirarlo, y cuando me dice que le diga la verdad o que le prometa algo, pero que lo haga mirándolo a los ojos, yo digo: “ perdí”, por más que me compre un frasco entero de decisión si se lo prometí o me lo pidió voy a terminar cumpliendo con mi palabra. A veces pienso que creo en mi palabra porque cuando lo miro y prometo algo, no puedo fallar, no puedo fallarle aunque no se entere, aunque no importe, aunque no me juzguen, igual, no puedo.

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