Él, solo, sentado en el living, ése en el que hasta hace muy poco apenas cabían todos juntos en una cena familiar, toma del cajón un cuaderno en blanco, una pluma y escribe: "un hombre y una mujer solos. Estan muertos".
"El nido vacío", la última película de Burman. Esta vez la historia de un matrimonio, que después de la partida de los hijos, no les queda más remedio que encontrarse, entre ellos. Hallarse, pregunatrse, contarse, buscarse, de eso se trata. La historia, como todas las anteriores del director, esta contada por el hombre. Leonardo, un escritor de renombre, al menos en el ámbito literario es el que sostiene la trama, Marta, su mujer, su compañera será la encargada de contener a este hombre con algunas incertidumbres, ¿qué pasa con la vida, cuando se deja de ser sólo padre?, ¿qué pasa cuando el espacio y el tiempo antes reducido y escueto, ahora sobra? ¿qué pasa con el deseo de ese padre de familia, que ahora se encuentra con el hombre? Los cambios, los cuestionamientos y un sólido matrimonio, irán orientando a este hombre por momentos en penumbras.
¿Qué se busca en el otro, cuando ya nos dimos tanto? Quizás, lo mismo que antes, quizás todos quisimos, queremos y vamos a querer, alguien a quien poder contarle las cosas. Tan simple y concreto como eso.
17 personas en el cine, las conté, el resto son todas parejas, la edad promedio supera los 40. Burman no defrauda, sigue contando historias posibles, universos en los que podemos reconocernos, no sé que habrán venido a buscar mis 16 restantes compañeros de película, pero parecen satisfechos, la mayoría se prende en un cálido aplauso. Parece que al final, el otro es esa persona a la que siempre voy a querer contarle las cosas y la que siempre va a estar dispuesta a escuchar. Tan profundo y conmovedor como eso.
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