Se levantó temprano. Apagó el despertador antes de que sonara. Saltó de la cama, todavía medio dormida. Prendió la radio. Escuchó el pronóstico para ese día. Se quitó la ropa de forma apresurada. Eligió cuidadosamente lo que se iba a poner. Combinó la cartera y los zapatos. Puso la pava. Preparó las tostadas. Se sirvió el desayuno. Encendió el televisor. Miró los titulares de las principales noticias. Levantó el diario, lo hojeó raudamente. Se terminó el café. Lavó la taza. Secó cuidadosamente su pelo, lo recogió. Se maquilló. Levantó el sobretodo del perchero de la entrada. Abrió su cartera, se cercioró de tener monedas, buscó los boletos extra de subte que guardaba en el bolsillo, se arregló el cuello de la camisa, se miró al espejo por última vez.
"Está todo, no falta nada", se dijo para sus adentros.
Abrió la puerta, tragó saliva, respiró profundo y se lanzó a lo imprevisto.
"Está todo, no falta nada", se dijo para sus adentros.
Abrió la puerta, tragó saliva, respiró profundo y se lanzó a lo imprevisto.
1 comentario:
La rutina de siempre...Lanzarse a lo imprevisto. Lástima que uno es pesimista y siempre piensa en lo que a uno le espera desde el pesismismo.
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