martes, 29 de abril de 2008

(continuación)

II

En cuanto supo de mi presencia, vino a mi encuentro.“Tolosa, ¿cómo le va?,¿qué dice?, mire ya sé que usted esta interino y que su nombramiento no es hasta dentro de unas semanas, pero la verdad es que la situación se presenta bastante turbia. Esta es una institución privada muy respetable tiene más de 50 años en la zona y es la primera vez que pasa una cosa así, imagínese tantos los dueños como los familiares de los pacientes quieren que se resuelva de inmediato, asi que hay que apurarse no creo que tarde en caer la prensa y esto se va a volver más denso todavía”. Bueno, bueno Martinez no se preocupe, dígame que tiene. “La víctima: Oscar, Emilio, Reigada. 69 años, padecía una severa depresión, hace más o menos 5 años se le detectó un principio de esquizofrenia y en un intento de suicidio la hermana lo internó acá. Desde ahí hasta la fecha todo normal. Nunca un problema, nunca un exabrupto, nunca un grito, ni una palabra de más siquiera, el tipo tenía una conducta intachable. Ayer a la noche como a las 8 vino un viejo amigo, le extendieron la visita hasta las 10 por pedido del mismo Reigada, “es que él nos dijo que hacía rato que no veía a su amigo, lo vimos tan contento y entusiasmado que no pudimos negárselo” declaró el enfermero de la noche, él hizo de intermediario para que pudieran extendérsela. La visita: Ignacio Enrique Salinas, 32 años, pujante empresario, recién llegado al país después de casi 5 de ausencia. El móvil de crimen pasional quedó descartado, el tipo se acaba de casar y espera un hijo, además hacía 5 años que no veía a la víctima. La plata tampoco es el tema, ah, no le dije, la plata, se encontraron 20.000 dólares en la habitación, en un sobre, pero dejemos de hablar y pase que le muestro el lugar de los hechos”. Pasillo largo, impecable, parecía recién lustrado, paredes inmaculadas con cuadros en pastel, esto más que un psiquiatrico, parece un hotel, me gustaría a mí vivir acá, dije por lo bajo. Llegamos a la habitación de Reigada, todo prolijamente ordenado, en la mesita de luz un vaso de agua una imagen de la virgen, un portarretrato de una mujer, probablemente su madre y alrededor un rosario. El placard cerrado, en la puerta más fotos, La virgen y otro Santo. “Parece que era creyente el hombre me dice Martínez, para lo que le sirvió, pobre”. El televisor apagado, lo prendo y aparece el canal gourmet. Miro la cama, la víctima acostada boca arriba, totalmente ensangrentada, en una mano, otra foto, el mismo santo de la puerta del placard y en la otra un alfiler de gancho. Martinez interrumpe mi silencio: “Ahora dígame a quien se le ocurre que nos vamos a comer que el tipo se mató con un alfiler de gancho, que se cortó la yugular con un triste alfiler de gancho, más que un carnicero tendría que ser ingeniero no le parece, La verdad que el asesino además de perverso, poco inteligente. La cosa es que no tenemos nada Tolosa, nada, la visita de anoche, Salinas, esta dele que dele declarar desde las 6 de la mañana yo lo voy a largar, tiene a la mujer embarazada, lo último que queremos es otro disgusto”. Sí, sí no se preocupe Martinez, yo me encargo, si ya esta resuelto el tema del peritaje y no hay que recoger más pruebas, ni muestras, despeje tranquilo el área que yo me ocupo. Ah, por favor avíseme ni bien tenga los resultados de la autopsia. Volví a la habitación, los de la morgue se estaban llevando el cuerpo, pedí examinarlo por última vez. La víctima estaba vestida de forma impecable como para una cita, pantalón de corderoy marrón oscuro, camisa celeste y un cardigan azul marino. Hasta los zapatos había combinado, eran marrones, pero al ser de gamuza, hacían justo juego con el pantalón, las media azules igual que el cárdigan. En el piso una bolsa plástica de peritaje con el sobre que me había mencionado Martinez, adentro, 20.000 dólares lustrosos, parecían recién salidos del banco, después corroboré que no parecían, efectivamente habían salido del banco el día anterior.

III
Paré para almorzar, en la mitad de la comida llamó Martinez. “Tolosa tenemos la autopsia y la declaración de la hermana que lo visitó la mañana del día del crimen. La mujer esta todavía acá, tal vez quiera indagarla usted también”. Voy para allá. Al llegar Martinez me condujo a su despacho. “Le voy a ser completamente honesto Tolosa, sé que no debería, sé que usted es nuevo pero vió, nobleza obliga. No tenemos demasiado, pasan las horas y como ya le dije, ni es un crimen pasional, ni se llevaron la guita que había ni hay testigos. Ni una puta ventana mal cerrada, me cago en la leche. El tiempo pasa y la dueña del psiquiátrico quiere una explicación, usted vió como es la gente pregunta y cuando no hay respuestas empiezan a decir cualquier cosa, Lomas es un lugar tranquilo, la institución psiquiátrica es sumamente respetable y ahora se ven envueltos en este asunto, lo último que quiero es dilatarlo, asi que de no surgir nada, introduciremos algún elemento punzante un poco más contundente en el expediente y listo, no va a ser ni la primera ni la última vez, usted me comprende”. Sí, sí claro. “Con lo cual a menos que descubra algo brillante, al caso lo cerramos hoy mismo si es posible”. Se puso la campera y agarró los cigarrillos, “Me voy Tolosa, hay una inauguración, un puente que estaba roto hace años, el intendente lo arregló y me pidió que lo acompañe, usted sabe, la fuerza policial se debe a la comunidad, nos vemos”.
Me quedé solo en el despacho de Martinez. Puse todo el material que tenía del caso sobre la mesa. Revicé cada una de las declaraciones, nada, ni media pista. La hermana estaba en pleno shock nervioso para cuando la cité. “La verdad que no entiendo, mi hermano estaba bien, era una buena persona porque tuvo que pasarle esto. Volvió a relatarme en detalle su declaración, que era cierto que ella lo había internado, pero con su consentimiento. Que hacia 5 años atrás había entrado en una profunda depresión y tras un intento de suicidio con fármacos no quedó otra, pero que ella lo adoraba. “Iba día por medio a visitarlo. El era muy afectuoso y me esperaba para la hora de la merienda, se guardaba las vainillas que le daban a él para tener algo que convidarme cuando llegara, ¿a usted le parece que un pan de Dios como él se merece lo que le pasó?” La mujer rompió en llanto de nuevo. “A mi me pareció raro el pedido, que le sacara toda la plata del banco, que se lo cambiara a dólares y se lo llevara ese mismo día. Pero que quiere que le diga, mi hermano es lo único que tengo y si esa era su voluntad. El fue un tipo que trabajó toda su vida, fue siempre muy sacrificado, le digo más, se jubiló antes por trabajo insalubre, era enfermero, quirurgia de alta complejidad, su trabajo requería de mucha precisión y profesionalismo. Su internación se la pagaba el mismo. Tiene una muy buena jubilación que alcanza para eso, los remedios y todavía un excedente que ahorra todos los meses, sino de dónde cree que va a sacar un jubilado para ahorrar y encima en dólares. Le juro que no entiendo yo le prometí que iba a hacer lo imposible para que descanse en paz, somos muy creyentes nosotros sabe”. Le agradecí por su tiempo y le hice saber que apenas tuviera alguna novedad por mínima que fuera la volvería a contactar, me abrazó y se fue llorando de nuevo.
Eran más de las 5 de la tarde, en media hora llegaba Salinas, el amigo de Reigada, la última persona que lo había visto con vida.

IV
Llegó casi a las seis, una hora después de lo pactado. Se lo notaba profundamente consternado, se disculpó por el atraso. “Usted comprenderá, llegué al país hace dos días, voy a visitar a un amigo, alguien que fue como un padre para mí y pasa esto. Todavía no lo puedo creer, no salgo de mi asombro, estoy como desorientado, se me pasó la hora discúlpeme”. Esta usted disculpado hombre. Tampoco voy a demorarlo mucho más. La noche del crimen usted se retiró a las 10 de la noche, hay testigos, el guardia de seguridad que lo acompañó a la puerta y el enfermero de la noche que pasó a dar la medicación de las 22. Los resultados de la autopsia indican que la muerte se produjo entre las 2 y las 3 de la mañana aproximadamente. Que fue una herida punzante y precisa en la yugular, no hay indicios de ensañamiento ni forcejeo de la víctima, el cuerpo no presenta lesiones de ningún tipo. Y los datos coinciden con el testimonio del enfermero de la noche, que sintió apenas un gemido a eso de las 2 y media de la mañana según recuerda y para cuando se acercó a la habitación la víctima estaba ya sin vida. Por lo tanto estimo que esta será su última declaración, que entre nosotros es más de carácter formal que otra cosa. No sé si me explico. Salinas estaba en silencio, la cara se le había transformado. Se levantó de la silla, hizo unos pasos y volviendo hacia mi dijo: “No creí que fuera necesario, pero si esta es la última declaración es justo que empiece por el principio, ¿no le parece?”
V
Conocí a Oscar cuando tenía 12 años, era vecino, mi madre falleció cuando nací y mi padre siempre tuvo problemas con el alcohol, me pasaba más tiempo en la calle que en mi casa. Hasta que apreció Oscar, él y su madre fueron como una familia para mí. Me dieron techo y comida cuando lo necesité. Después la vida en la calle y la mala junta hicieron el resto, me hice adicto, estaba muy mal, Oscar era la única persona en la que yo confiaba, la única que me había demostrado afecto. Me le aparecí en su casa de la nada y me recibió sin hacer preguntas. Su madre había fallecido hacía poco tiempo y mi presencia fue como un bálsamo para el, me cuidó como a un hijo y por intermedio de un conocido del hospital en donde trabajaba me internó en una clínica de rehabilitación. Me venía a visitar todas las semanas, me traía el salmo de cada domingo, me lo leía y me decía que iba a andar bien, que el rezaba por mi pronta recuperación. Finalmente, ya rehabilitado, salí. Empecé a trabajar y en cuanto pude pagarme un techo le dije que me iba, que le estaba profundamente agradecido pero que no podía seguir quedándome con el. No lo soportó, trató por todos los medios de retenerme, se obsesionó conmigo, me seguía, me preguntaba en detalle que hacía, con quien estaba a quien veía, descuido su trabajo faltaba por cualquier cosa. El que siempre había tenido una conducta rigurosa, se había vuelto un trapo de piso. Junté unos pesos me fui a España, pensé que era lo mejor para ambos. Rehice mi vida, me fue bien con algunos negocios, conocí a mi mujer, nos casamos y cuando quedó embarazada decidí que quería que mi hijo naciera acá. Asi fue como después de 5 años volví al país. Apenas llegué me quise contactar con él, la hermana me comentó lo sucedido y para evitar situaciones desagradables ella hizo de intermediaria, por eso fue esa mañana de visita, había hablado con él y le dijo que yo iría esa misma noche. Cuando me vió se alegró tanto, parecía un chico, tan prolijo y arreglado como siempre. Le dije que tenia excelentes noticias, que me había casado y que esperaba un hijo, se puso pálido y serio, no pronunció palabra, agarró del cajón de su mesita de luz el manojo de estampitas que tenía unidas por un alfiler de gancho y me las dió”. “Son para vos”, me dijo, “yo ya no las voy a necesitar, lo que yo más anhelaba no se cumplió, asi que no tiene ningún sentido. Quedátelas vos”. Pensé que a lo mejor estaba cansado y que su ofrenda era una forma indirecta de hacérmelo saber, como para que me fuera y lo dejara descansar. “Debes estar cansado Oscar, mejor me voy, no sabes cuanto me alegro de que estes bien, lo abrace y me sonrio”. Antes de irme me quiso dar sus ahorros, me dijo que él los tenía guardados para algo que ya no iba a poder ser, que era todo lo que tenía y que se alegraba mucho que al menos uno de los dos hubiera encontrado la felicidad. No se lo acepté de ninguna manera, se lo agradecí y le dije que no se preocupara, que yo podía cuidar bien de mí y de mi familia. Salí de la habitación y volví a mi casa. Eso es todo inspector, así fue como sucedieron las cosas, esta vez no omití ningún detalle, esa es toda la verdad. Proceda usted, como crea más conveniente.
Lo acompañe hasta la puerta y le pedí que volviera a su casa cuanto antes, que su mujer debía estar preocupada.
Eran como las 8, lo llamé a Martínez y le dije que tenía razón que no había encontrado nada, que podía cerrar el caso como mejor le pareciera. “No se aflija tanto hombre, al menos lo intentó, va a ver lo bien que nos vamos a llevar usted y yo, felices vacaciones Tolosa, nos vemos a la vuelta”
Antes de volver a mi casa pasé por el psiquiátrico, quería ver una vez más la habitación de Reigada. Estaba todo tal cual lo recordaba esa mañana, un enfermero entró y me pregunto si necesitaba algo. No, no le dije. Bueno como usted diga hasta luego, “espere, espere”, lo retuve, “dígame una cosa, ¿el santo ese que aparece por todos lados, ese de la puerta del placard, ¿quién es?, “¿Cuál, ése?, ese que esta ahí es San Expidito, el patrono de los imposibles, ¿no me diga que no lo conoce? Dicen que si uno pide con fe, concede hasta lo imposible”

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