Se lo habían regalado para navidad, hacía poco que se había mudado y extrañaba horrores. Su madre pensó que una forma de no extrañar tanto era tener compañía, alguien que esperara por él al llegar. Por eso lo eligió cuidadosamente: primero pensó en un loro, pero le pareció demasiado ruidoso para un departamento tan pequeño, después una tortuga pero éste era de veras un animal muy insulso, un gato no estaba nada mal, pero enseguida recordó que su hijo era alérgico al pelaje, finalmente se decidió por un perro, eligió detenidamente la raza para que ambos empatizaran de inmediato. Un weimaraner. Era de veras un perro hermoso, un poco grande eso sí, pero se las van a arreglar pensó, “además de la compañía, esto también forma parte de la convivencia con un otro”, le dijo. Benito, -así habían decidido llamarlo de común acuerdo madre e hijo-, tenía los ojos verdes casi esmeralda. Si lo mirabas fijo y te concentrabas podías ver lo profundo del verde, era como si todos los verdes nacieran en esos ojos, te obnubilaba, después de un rato podías dejar de prestarle atención al verde y llegar a ver los otros colores: destellos de marrón, amarillo, una puntita celeste, tal vez algún que otro tono grisáceo, verde más clarito y en eso el perro cerraba los ojos o pestañaba y al abrirlos otra vez ese verde que lo cubría todo.
Las cosas no podían ir mejor, el perro aprendía todo lo que le enseñaban con una facilidad que asombraba, era dócil, bueno, obediente y muy afectuoso.
“Creo que estoy aprendiendo a querer de nuevo. Parece como que las cosas, finalmente, empiezan a acomodarse, me siento muy bien”, le había dicho a su madre. Sera por eso que se extrañó tanto la tarde en que pasó a visitarla después del trabajo. Vino raro, hablo poco y en medio de la merienda masticando uno de esos scones que tanto le gustaban dijo:-“ Benito no forma más parte de mi vida. Quiero que te lo quedes vos. Ya no podemos vivir más juntos. Es una decisión tomada y no quiero hablar más, ¿me oíste?
- “Pero, ¿por qué, que pasó? “
Sus palabras fueron firmes y contundentes “Te doy una semana más, o te lo llevas o lo regalo”. La madre no lograba entenderlo. El tiene un perro y se queja constantemente. El quería al perro y ya no. La madre no tenía consuelo, supongo que él tampoco, por eso se fue la mañana siguiente llevándose consigo todo el verde.
Las cosas no podían ir mejor, el perro aprendía todo lo que le enseñaban con una facilidad que asombraba, era dócil, bueno, obediente y muy afectuoso.
“Creo que estoy aprendiendo a querer de nuevo. Parece como que las cosas, finalmente, empiezan a acomodarse, me siento muy bien”, le había dicho a su madre. Sera por eso que se extrañó tanto la tarde en que pasó a visitarla después del trabajo. Vino raro, hablo poco y en medio de la merienda masticando uno de esos scones que tanto le gustaban dijo:-“ Benito no forma más parte de mi vida. Quiero que te lo quedes vos. Ya no podemos vivir más juntos. Es una decisión tomada y no quiero hablar más, ¿me oíste?
- “Pero, ¿por qué, que pasó? “
Sus palabras fueron firmes y contundentes “Te doy una semana más, o te lo llevas o lo regalo”. La madre no lograba entenderlo. El tiene un perro y se queja constantemente. El quería al perro y ya no. La madre no tenía consuelo, supongo que él tampoco, por eso se fue la mañana siguiente llevándose consigo todo el verde.
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