domingo, 4 de noviembre de 2007

Sábado.

Es sábado a la noche y querés volverte a tu casa lo más pronto posible, porque en un rato tenés una fiesta (una despedida de soltera y quedaste en ir), todavía tenés que llegar, bañarte, cambiarte y esas cosas.
Vas pensando una excusa para no ir, una nueva, una que no conozcan tus amigas, una que te dé la posibilidad de improvisar y encima que sea creíble.
No se te ocurre nada, vas camino a la parada y pensás que lo mejor es ir, que ya quedaste en ir, que prometiste dar una mano y que cualquier cosa inventás algo y te volvés, a casa, sola, a meditar con la almohada, como tantos otros sábados.
Estás en eso cuando distraída, por querer ahorrar tiempo, no te fijas y te tomas el colectivo al revés. Todavía no te percataste del hecho y vas escuchando música, tranquila, pensando en cosas, en varias, en las mismas cosas que te torturan una y otra vez, a toda, hora en cualquier hueco del día, en cualquier espacio vacío del tiempo, de tu tiempo, que se predispone a merced de tus pensamientos, tan inertes tan vacíos y tan intensos.
Pasa un buen rato, mirás por la ventana y el paisaje nada tiene que ver con lo conocido, es más, te resultan extraños esos personajes que ves caminando por la calle, parecen salidos de un cuento de Cucurto, pensás. Te causa gracia la ocurrencia. El colectivo dobla y sale de una de las calles laterales por las que iba para dejarte en el medio de plaza Constitución.
Recién ahí te das cuenta, de que falta mucho más de lo que creías para volver a casa.
Te quedas parada un rato, sacás el teléfono de la cartera, estas por llamar a tu amiga para decirle que no, que no vas a ir, porque es tarde, porque estas de mal humor, por tu error y que además vos desde el principio no querías ir, todo eso le vas a decir, con rigor y sin pausa y vas a aflojar un poco la voz para terminar con un: - así que mejor ...
Alguien te toca el hombro, distraída, de nuevo te das vuelta para atender y sentís que te manotean el teléfono.
Para cuando reaccionás el chico que te robó esta a unas cuadras.
Te quedas muda unos segundos, inmóvil de la impotencia.
Y te quedas ahí, y esperás y dejas pasar el tiempo, parada, quieta, como hechizada.
Y todavía estas ahí y pensás que es lo mejor y que a lo mejor este sin sentido te salva, te salva a vos de vos misma y de tus pensamientos.
Es un alivio, aunque sea sábado a la noche y estés sola en el medio de plaza Constitución.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

amiga, usted sola y sin cel en constitucion y yo con mi jefe machacandome la capochaaaaaa, conectateeee, mer

Ğuillermina dijo...

Yo vi delante de mi propia cara como un, digamos nenito de 12 años, o sea un "cachorro de delincuente, de un salto le robó el celular a una chica. Fue en el colectivo. Estaba parado y zac!!!!!, desde la ventana, como una rafaga se lo arrancó y salió corriendo cruzando la Av. Córdoba. ¡Qué momento! ¿no?. Me hubiera encantado que l aplastara un auto pero ¿qué se ganaba? Ya la chica no tenia su celular, y estaba desconsolada. el resto d ela gente ni se dio por enterada de lo ocurrido. Detalle que me dio mucha rabia, y me hiso reaccionar diciendo "per si fue muy obvio". Le presté el mío a la chica para que llamara a su madre y le recomendé que cuando antes le de de baja para que este delincuente no llegue a darse el lujo de hacer llamados que esta pobre chica va a tener que pagar. Respecto a lo de las excusas...Antes uno esperaba con ilusión la llegada d euna reunión o fiesta. Ahora, uno no sabe qué excusa mandar, y no es que seamos aburridos, es que estos eventos se volvieron así. Ya no se saca a bailar. La gente no tiene temas interesantes de conversación, y todo es más de lo mismo.