domingo, 18 de noviembre de 2007

Capítulo 3: El viaje.

I


El vuelo demoró lo usual, la comida igual de fea y fría que de costumbre y en mi sector se habían acabado las mantas extras, y víctima de mi entusiasmo desmedido, en pos de exprimirle tiempo a las vacaciones (me fui en bermudas y remera), me congelé la mayor parte del viaje.
Clara durmió plácidamente durante las casi 8 horas que duró el vuelo. Después me confesó que su madre le había dado una pastilla, un mio - relajante para que descansara, que pensó que no le iba a hacer falta, pero ante la duda y sus nervios decidió tomárselo.
Sentí envidia, yo congelado, sin pegar un ojo, incómodo, mala la película, feo el baño, poco el espacio y el libro que había llevado no se movió de donde lo había marcado con mi señalador, unas semanas atrás.


II

Llegamos de noche, agobiados de tanto viaje. El charter que nos dejaría en el hotel estaba esperando en la puerta, tal cual lo habían indicado los de la agencia. El hotel era mejor de lo que habíamos imaginado. Clara por intermedio de un conocido del padre había conseguido un tour completo a un precio más que razonable. Se suponía que no era sólo un viaje de placer, al fulano este le habían dicho que era nuestra luna de miel que estábamos ahorrando desde hace tanto..., que nos hacía tanta ilusión..., Clara representaba la escena de la farsa mucho mejor de lo que yo podría contarla. En fin, se ve que la actuación funcionó y de que manera.
Los dos estábamos seguros que con 3 estrellas y al precio que lo habíamos comprado, el paquete no podía más que ofrecernos un cuarto decente y comida abundante. Pero parece que a la buena fortuna le caíamos simpáticos porque el hotel era elegante, de hecho por momentos, rozaba lo suntuoso. La habitación tenía una especie de recibidor, el dormitorio era cómodo y el baño tenía jacuzzi.
Realmente comenzaba a disfrutar de las vacaciones, todo salía, para mi sorpresa mejor de lo esperado.


III

Como estábamos cansados pusimos el despertador. Clara estaba desesperada por meterse en el mar
- Aunque esté feo nos metemos igual.
- Y ponete bronceador aunque no haya sol, mira que ya te pasó de insolarte porque vos decías que estaba nublado y estuviste dos días en cama, no jodas con eso, por favor te pido.
- Ah, y lleva líquido que no me quiero deshidratar.

Salí casi arrastrado por Clara a desayunar, comimos todo lo que pudimos y cargué con una diminuta mochila que insistió en llevar, porque entraba todo, “apretado pero entra, ¿ves?”. Estaba contenta y no paraba de sonreír.
Pasamos casi toda la tarde en la playa, muy a mi pesar. A Clara a veces le costaba entender que estar con alguien no implicaba hacer lo mismo, los dos, todo el tiempo.
- ¿Por qué no te queres meter?
- ¡Dale!
- ¡Esta re- lindo de verdad, no está tan fría como parece!, ¡dale! ¡dale!
No lograba entrar en razones.
- No amor, en serio, de verdad, hay viento. Metete vos, yo estoy bien así, me quedo acá, ¿si?
No había forma, pronto acabó con mi paciencia e intento de toda conciliación.
- No, no quiero, no tengo ganas, tengo frío, hay viento.
- ¡No me hinches las pelotas Clara!, ¡por dios!

Deliberadamente me excedí por que se fue a caminar sola y a la vuelta se encontró con una pareja de viejos con la que se quedó hablando la mayor parte de la tarde.Yo estaba enojado. Me concentré en el libro, lo terminé y después empecé a pensar que se me había ido la mano, que nos había costado tanto esfuerzo todo esto del viaje, que no valía la pena arruinarlo de movida y por una pavada. Así que me tragué mi orgullo, caminé hasta donde estaban los viejos y con toda la simpatía de la que soy capaz, de tanto en tanto, me acerqué, les hablé y nos quedamos así largo rato, detrás de unos médanos, los 4, contemplando el mar.

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