sábado, 25 de agosto de 2007

¡Feliz Cumple!


Libro: Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante, que encuadernadas forman un volumen.

Según el diccionario de la real academia española, un libro es eso. Y libros es lo que produce desde hace 40 años Ediciones de la Flor, cuando lanzaron sus primeros títulos, compuestos en linotipia e impresos con sellos de plomo fundido.

La primera vez que deseé tener mucha, pero mucha plata, fue en un supermercado, una tarde de verano sentada en una de las góndolas de la sección libros.

Yo había diseñado una estrategia infalible. Acompañaba puntualmente cada semana al supermercado a mis padres sin chistar, logrando hacerles creer que era obediente y sobre todo asegurándoles que iba a mantener la boca cerrada un buen rato. Apenas cruzada la entrada, me prestaba a la más noble de todas las tareas que puede haber en el mundo para una nena de 8 años: buscar y acomodar en el changuito toda la mercadería. Eso me llevaba aproximadamente media hora, una vez que me aseguraba que mi área, la de latas y conservas había sido cubierta satisfactoriamente, decía: me voy a dar una vuelta, por las góndolas de adelante, después me buscan ahí, ¿dale? y huía despavorida antes de que pudieran contestarme.

Me quedaba más de una hora para mi actividad semanal preferida, leer los libritos de Mafalda. También encontré en esas góndolas otros autores, como Elsa Borneman, Emma Wolf, Poldy Bird, Alvaro Yunque, Beatriz Ferro, Horacio Quiroga y continúa la lista de hits de lectura pre-adolescente. Pero mi mayor atención la concentraban las tiras de Mafalda, ahorraba cada moneda, cada vuelto, cada regalo que me hacían soltando la tan esperada frase de: tomá, es para que te compres lo que quieras. Con un poco de ayuda de mis padres en pocos meses conseguí hacerme la colección completa. Al tiempo salió 10 años con Mafalda, pero no me preocupaba, me gustaba atesorar los libritos, tenerlos por separado y elegir uno distinto cada noche, antes de irme a dormir o para las tardes, en las que aburrida de maltratar a mi hermana, me sentaba en el umbral de la puerta de casa a leer.

Pero la desgracia no tardó en golpearme. En 1994, sale: Toda Mafalda. Apenas la vi en la góndola me acerque a mirar el precio $50, un despropósito para mi escaso presupuesto. Me largué a llorar desconsoladamente. Pero hijita, si vos ya tenés los libritos de Mafalda, para que querés más, no ves que es lo mismo. No llores, me consolaba mi madre. Nunca antes había deseado tanto poder tener plata. No podía dejar de pensar en cuántas cuotas de mensualidad significaban, en cuanto iba a tener que ahorrar y postergar. Después con el tiempo algo me hizo desistir. A una de mis amigas del colegio se lo habían regalado para el cumpleaños y ella, que para mí no se lo merecía, porque nunca había leído ni una misera tira, hizo lo que hacíamos todos, se empezó a llevar el tremendo libro a la cama todas las noche antes de dormir. Resultado, en menos de un mes estaba todo destartalado, porque la pobre no pasaba de las tres hojas, se quedaba dormida y el libro amanecía en el suelo todo maltrecho, desencuadernándose poco a poco. A mí me va a pasar lo mismo pensé, porque si me lo quiero llevar a la cama se puede romper y la sola idea de lastimar, a lo que hoy por hoy sigue siendo la biblia me daba escalofríos. Asi que ese mismo día abandoné la idea de postergar al infinito las golosinas y las figuritas de Rainbow Brite.

Todavía, hoy pienso que tal vez algún día cuando tenga más espacio, voy a comprar una repisita con una suerte de atril para poder darle el lugar de privilegio que se merece.

Intuyo que historias como éstas se deben haber tejido en cada uno de los chicos que como yo estamos cruzando la década de los veinte, por lo tanto, no es una muestra sobre los 40 años de la editorial, lo que van a ver. Van a ser testigos de la historia de todos los escritores y humoristas que tanto nos hicieron y nos hacen pensar y reír.

La inauguración fue el pasado jueves 23 de agosto, teniendo como anfitriones a sus padres fundadores: Daniel Divinsky y su esposa Kuki Miler.
La misma permanecerá abierta hasta el domingo 23 de septiembre en la sala 13 del Centro Cultural Recoleta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo también todavía atesoro dos de esos libritos alargados! El primero que compré, en uno de los tantos paseos por los puestos de Parque Centenario (una ceremonia de mi infancia que me encantaba, porque significaba que - después de revolver entre los libros infantiles- mi hermana y yo podíamos elegir cada una uno para que nos compraran). Mi primer librito de Mafalda tenía las hojas amarillentas y le faltaba una esquina de la tapa, producto de una mordida. Pero algo me llamó la atención en él, y lo llevé a casa, y lo leí muchas veces, y pregunté -como Mafalda a su papá- qué era la pornografía. Pero mi viejo no necesitó "nervocalm", aunque tampoco recuerdo ahora que explicación me dio. Años después la fanática empezó a ser mi hermana, a la que sí le regalaron el bodoque de "Toda Mafalda" que -aunque ella cuidaba con esmero- se terminó descuadernando todo. Volví a leer a Mafalda hace unos pocos años, después de pasar por algunos clásicos argentinos y latinoamericanos, y con bastantes textos de comunicación encima... mi hermana no podía creer como me reía hasta que me saltaban las lágrimas. Ya estaba grande y los chistes de Mafalda se me antojaban aún más divertidos que antes.

La mamá de una compañerita de primaria solía llamarme "Mafaldita", con un dejo de inquietud por mi afición a la lectura y mis opiniones sobre la actualidad. En en ese momento a veces me preguntaba a mí misma si yo no era un "bicho raro"... Mi compañerita de primaria terminó siendo Lic en Administración de Empresas y yo cuasi Lic en Comunicación... Cuando cursaba la carrera ya no era rara... porque, en realidad, todas fuimos "mafalditas" alguna vez!