jueves, 27 de noviembre de 2008

hace días que...

... le pongo voluntad y esto no va. Deber ser el cansancio, las palabras que salen tan iguales, tan las mismas, tan cursis sin estrategia que me agota. Ayer, sentada, tomando un cafe, charlando, de repente veo pasar a alguien delante mío y construyo una escena. Dos personajes, están por darse cuenta de qué tienen común, pero algo pasa y el montaje entra en stand by. Y es como en mis pesadillas o en mis sueños, que me levanto y creo acordarme de todo, por eso voy como desenfrenada en busca de algo en que anotar y resulta que me acuerdo pedacitos, fragmentos que no sirven para nada. Si al mejor chiste le falta el remate, ¿qué gracia tiene? Si el mejor vestido está en un cuerpo deforme, ¿quién lo mira? Si la mayoria de las cosas de las que somos capaces cuando realmente queremos algo asoman de tanto en tanto pero dura un parpadeo ¿qué sentido tiene? Y es, otra vez, dejar entrar todo eso, dejar pasar de nuevo todo para este lado. Como si si hubiera tapado la rejilla del baño y ahora todo sale para afuera: la mugre, el shampoo, el pelo, los restos de barro y suciedad, el papel higiénico empapado y mugirento y agua, mucha agua sucia, podrida. Entonces la voz de la persona que está conmigo de pronto lo nombra, lo dice, y la palabra me bloquea, es como un cachetazo en plena cara, se me borra todo, los personajes, la escena, la pollera que lleva puesta la chica, la mirada atenta del chico desde la mesa de enfrente, mitad en el libro, mitad en la cintura de ella. Todo eso vuela por los aires en ínfimos pedacitos, todo se disuelve en el revolver de la cucharita del te de mi acompañante. Me doy vuelta y la voz que insiste, mi cara que se desfigura y el mozo que se acerca, seña mía de por medio con la cuenta.

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