Resulta que vuelvo al ruedo después de una considerable cantidad de tiempo, después de años, en que mi única preocupación era estar siempre perfumada y depilada. Y claro, ya nada es lo que era. Me instruyo en las nuevas y cortas formas del amor. Así que para ser más precisos, colectivos y comunitarios, nada mejor que llamar a las cosas por su nombre. He aquí un breve diccionario.
candidato: se da este nombre, generalmente el sexo femenino suele etiquetarlo de esta manera, al espécimen que cubre amplia cantidad de requisitos más que favorables.
ex: persona a la que se suele volver regularmente después de terminada la relación y/o inclusive cuando alguno de los dos miembros da la pareja consigue otro/a.
ficha: dícese de otro que no es muy interesante ni relevante, pero que llegado el caso funciona como back up.
garche: utilidad exclusiva del otro a cambio de sexo, a veces incluye dormir juntos, a veces ni siquiera eso.
muerto: persona a la que se recurre una y otra vez aún teniendo la completa certeza de que no va para ningún lado y que ningún intento podría funcionar.
picar: término con el que se denomina a la víctima que acaba de caer en las redes de alguna perversa estrategia amorosa.
polvo: aquello que une a dos desconocidos una noche cualquiera, puede ser: bueno, regular o malo, según la característica del mismo depende que se repita, que tenga frecuencia y que luego se convierta en un vínculo más estrecho, o tan sólo uno, un único encuentro.
Se me ocurren también, como para enriquecer el asunto, frases célebres pero creo que eso amerita otro apartado.
Una última observación, nadie nunca jamás habla de amor. Lo máximo es querer mucho al otro. No creo que sea por falta de diccionario. ¿Será que las palabras sólo denominan aquello que esta? ¿Qué es lo primero, la palabra o la cosa? La palabra designa la cosa, pero si no hay tal cosa, ¿cómo puedo llamarte, amor?
Ah, también me duplico por acá.
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