miércoles, 1 de junio de 2011

La Barbie Cristal.

En la foto estoy con mis dos primos y mi madrina. La sacó mi tío. Tengo puesto un vestido turquesa con unas flores bordadas en la pechera. Soy pura sonrisa, a pesar de que me faltan varios dientes.

Fue antes de que naciera mi hermana. Mi mamá estaba muy pesada por el embarazo y mi madrina le ofreció llevarme unos días a la costa con ellos. Pasamos navidad y año nuevo en Mar del Plata.

La casa que habían alquilado mis tíos estaba muy cerca del mar. Íbamos caminando a la playa. Llevábamos un arsenal de cosas, mis juguetes, los de mis primos, la palita, el balde, el rastrillo, los moldes de figuras para hacer con arena y las piezas del tejo. Si el día estaba lindo, aprovechábamos la playa y volvíamos tarde. Cuando estaba nublado nos quedábamos en la casa y jugábamos a que nos perseguían “los malos”. Enemigos que nos inventábamos y de los que teníamos que huir todo el tiempo.

Faltaba poco para navidad. Mis primos habían hecho una lista enorme con todo lo que le querían pedir a Papá Noel. Yo fui más modesta. Pedí sólo una cosa, la “Barbie Cristal”. Recién había salido. Era rubia, de figura estilizada, con un vestido blanco tornasolado que reflejaba los colores cuando lo ponías al sol. Venía con el anillo, los aros y los zapatos de cristal. Tenía también un chal de la misma tela del vestido. Y en la propaganda de televisión se la podía ver, bailando con un Ken de smoking blanco y corbata púrpura. Pensé en pedirlo a él también, pero me pareció mucho.

Para la noche buena salimos a comer afuera. Mi madrina fue la última en salir de la casa. En el camino de ida me inquieté un poco. Me di cuenta de que Papá Noel tenía la dirección de mi casa y entonces no tendría forma de encontrarme y dejar mi regalo. Mi madrina me tranquilizó y me dijo que no me preocupara, que mi mamá le había escrito de parte mía diciéndole donde íbamos a estar.

En la cena apenas probé bocado. Había una copa que adentro tenía algo rosa. Mi madrina dijo que eran langostinos con salsa golf, que los probara. Lo único que comí fue el helado.

Cuando volvimos a la casa, fuimos corriendo hasta el árbol. Había varios paquetes. Mi madrina los repartió como si supiera. A uno de mis primos le habían regalado la “moto Bronco” y al otro los muñequitos de “Yia You”. Empecé a abrir mi regalo con desesperación, hasta que llegué a ver el color de la caja, rosa, con esas letras, en blanco sobre azul. Aunque no sabía leer, supe perfectamente de qué se trataba. La saqué con delicadeza de la caja y le acomodé el chal. Le olí la cabeza. Tenía olor a Barbie.

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