domingo, 22 de febrero de 2009

La miro desde la puerta de la cocina, aprovecho que esta entreabierta para que no me vea, me alegro de que todavía no entra el sol de lleno, es imposible que note mi presencia. Me odiaría, si me descubriera, más de lo que me odio ahora mirándola. Ensaya cada movimiento como si lo representara para alguien más, lenta, cautelosa, como en una ceremonia privada. Cierro la puerta de golpe y nota mi ausencia. Camino por el pasillo hasta la puerta, respiro aliviado, el picaporte me devuelve en forma de melodía, el impacto del portón cuando cierra.

Ahora ella solo tendrá excesos de café con leche.
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