viernes, 9 de octubre de 2015

Tiempo.




    Antes de pincharme el extraccionista preguntará:-¿Tomás alguna medicación?-Sí, metformina, dos miligramos diarios, contestaré.-Ah, sos diabética, dirá.-No, estoy con una insulino resistencia por eso mi endocrina me pide controles periódicos.
    Después de sacarme sangre me dará un alfajor y un jugo de naranja, diré que no, que no puedo en ayunas tanta azúcar, entonces lo cambiará por una ficha para un café con leche. Y así, hasta la próxima vez que vaya, dentro de tres o cuatro meses.
    La insulino resistencia es un estadio previo a la diabetes, en el que la insulina que produce el páncreas es mayor a la que necesita el cuerpo para vivir. Si esto se mantiene en el tiempo, sin poder regularlo, la persona que diabética de por vida.
    En mi caso, me la descubrieron en un análisis de rutina pre- ocupacional. No es la primera vez que me pasa; hace trece años atrás cuando también completaba exámenes médicos, esa vez para operarme la rodilla porque me había roto los meniscos, dio alta la glucemia. No llegó en su momento, ni ahora, a ser una diabetes declarada, pero sí es un estado alterado de los valores normales. Una alarma que me dice con cada análisis: cuidado, cuidado.
    Tomo desde hace casi dos años, todas las noches, dos miligramos de una medicación para bajar la glucemia en la sangre. Una cantidad considerable para alguien de mi edad que aún no es diabético. Y desde hace nueve meses sigo una dieta con nutricionista y hago actividad física tres veces por semana. Bajé de peso y reemplacé grasa por masa muscular. Mi endocrina no puede estar más satisfecha. Los resultados de los análisis van mejor, la glucemia en ayunas bajó, pero no llega todavía a valores normales.
    Recibo por mail los resultados de los análisis. Si estoy en la calle y me llega el aviso de correo al celular, espero a llegar a la oficina. Quiero estar sentada, tranquila en mi escritorio. Mientras se abre el mail y busco entre las hojas el resultado de la glucemia, hay unos segundos en los que no sé con qué valor me encontraré y mi cabeza se dispara: ¿Y si esta vez está más elevada que antes? ¿Y si la medicación, la actividad física y la dieta no alcanzaron? Y si esto en realidad no fuera más que una ironía de la genética?, que me está diciendo: - No hay nada que puedas hacer contra mí. Estoy en tu sangre. He estado ahí desde antes que vos existieras. En la sangre de tu abuelas, en la sangre de tus tías, en la sangre de tu madre y ahora en la sangre de tus primas. No hay nada que puedas hacer. Es solo cuestión de tiempo.


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