... todavía te extraño.
Todo empezó con un ejercicio del taller, llevar un diario. Conté los días exactos durante los que debía escribir y la fecha tope era el viernes 16. El número me sonaba y no sabía por qué. Dos minutos después, entendí todo, el 16 de septiembre es tu cumpleaños.
Había borrado por completo la fecha.
Y ahora estoy como en una especie de cuenta regresiva que me angustia, tanto o más que tu silencio en su momento.
Te compré un libro de Chandler. Hasta pensé una esmerada dedicatoria que escribí en imprenta, para que no reconocieras mi cursiva. Pero era obvio que ibas a saber que era yo.
¿Por qué será que nos quedamos ligados emocionalmente a algunas personas?
No lo sé, ojalá pueda terminar de resolverlo en breve.
Me pareció y me parece violento mandártelo, qué derecho tengo yo a interpelar tu silencio.
El libro es buenísimo, ya lo estuve hojeando.
Hoy es domingo y arriba de mi escritorio tengo: el grabador, un taco de hojas, algunos marcadores desparramados y tu libro.
Todavía falta una semana para decidir si te lo mando o no.
Escribo estas líneas porque la nostalgia me rebalsa y porque me parece que, a lo mejor, si la pongo en palabras va a dejar de rondarme como un fantasma.
Ojalá.
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