Me enteré esta mañana cuando tratando sin suerte de dar con un pediatra para la nota de salud que estoy haciendo, llamé a su consultorio. Ahí supe, por medio de un mensaje grabado que mi pediatra dejaba de atender porque se jubilaba. Se despedía así de sus pacientes y les agradecía por los años compartidos y la confianza. Me emocionó escuchar otra vez ese tono de voz ameno y cálido sin exagerar.
Durante casi trece años, mi pediatra fue mi hombre de confianza. La persona a la que le podía preguntar y contar casi cualquier cosa. A veces, mi madre se horrorizaba de mi desparpajo. "Marina, ¿cómo vas a preguntarle eso al doctor? Él, siempre contestó sin inmutarse. Por eso me dolió tener que dejarlo y estiré todo lo que pude la despedida. Pero cuando estaba por cumplir trece y a pesar de mi resistencia tuve que dejar de visitarlo. Me habló como me había hablado siempre, de adulto a adulto. Me dijo que ya no podría atenderme, que estaba creciendo y que necesitaba otro tipo de cuidados. Pero que iba a estar ahí, por si yo quería visitarlo.
Contacté a mi pediatra hace ocho años atrás para una de mis primeras notas. Un perfil periodístico para una materia- taller de la facultad. El resultado del texto hoy me avergüenza por lo edulcorado. Más cercano a la cursilería que a la calidez con la que supo contenerme durante tantos años de consulta. Sin embargo él, gentil como siempre, me devolvió el siguiente mail.
Hola Marina!
Muchas gracias por el artículo. Pese a que reconocía mis palabras, me emocionó el leerlo, como si las hubiera dicho otra persona. Le has dado un estilo casi poético. No sé si tus profesores te podrán hacer alguna crítica constructiva desde lo técnico, para mí, está perfecto. Nuevamente muchas gracias.
un beso y hasta cualquier momento.
R.D.
Nunca antes había pensado en tener un hijo. Pero esta mañana en las líneas del mail que le envié le deslicé mi tristeza, porque si alguna vez considero la idea, a quién voy a consultarle?
2 comentarios:
Qué lindo Mari: :)
Gracias!-)
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